“Él es bueno... y Él te ama”
¿Penas?, ¿contradicciones por aquel suceso o el otro?... ¿No ves que lo quiere tu Padre-Dios..., y El es bueno..., y El te ama –¡a ti solo!– más que todas las madres juntas del mundo pueden amar a sus hijos? (Forja, 929) Pero no olvidéis que estar con Jesús es, seguramente, toparse con su Cruz. Cuando nos abandonamos en las manos de Dios, es frecuente que El permita que saboreemos el dolor, la soledad, las contradicciones, las calumnias, las difamaciones, las burlas, por dentro y por fuera: porque quiere conformarnos a su imagen y semejanza, y tolera también que nos llamen locos y que nos tomen por necios. Es la hora de amar la mortificación pasiva, que viene -oculta o descarada e insolente- cuando no la esperamos. Llegan a herir a las ovejas, con las piedras que debieran tirarse contra los lobos: el seguidor de Cristo experimenta en su carne que, quienes habrían de amarle, se comportan con él de una manera que va de la desconfianza a la hostilidad, de la sosp