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Mostrando entradas de diciembre 25, 2011

“El matrimonio, un camino divino”

El matrimonio –no me cansaré nunca de repetirlo– es un camino divino, grande y maravilloso y, como todo lo divino en nosotros, tiene manifestaciones concretas de correspondencia a la gracia, de generosidad, de entrega, de servicio (Conversaciones, 93) Los esposos cristianos han de ser conscientes de que están llamados a santificarse santificando, de que están llamados a ser apóstoles, y de que su primer apostolado está en el hogar. Deben comprender la obra sobrenatural que implica la fundación de una familia, la educación de los hijos, la irradiación cristiana en la sociedad. De esta conciencia de la propia misión dependen en gran parte la eficacia y el éxito de su vida: su felicidad. Pero que no olviden que el secreto de la felicidad conyugal está en lo cotidiano, no en ensueños. Está en encontrar la alegría escondida que da la llegada al hogar; en el trato cariñoso con los hijos; en el trabajo de todos los días, en el que

“Dios se humilla”

Y en Belén nace nuestro Dios: ¡Jesucristo! –No hay lugar en la posada: en un establo. –Y su Madre le envuelve en pañales y le recuesta en el pesebre. (Luc., II, 7.) Frío. –Pobreza. –Soy un esclavito de José. –¡Qué bueno es José! –Me trata como un padre a su hijo. –¡Hasta me perdona, si cojo en mis brazos al Niño y me quedo, horas y horas, diciéndole cosas dulces y encendidas!... Y le beso –bésale tú–, y le bailo, y le canto, y le llamo Rey, Amor, mi Dios, mi Único, mi Todo!... ¡Qué hermoso es el Niño... y qué corta la decena! (Santo Rosario, misterios gozosos, 3) Comienza estando en el seno de su Madre nueve meses, como todo hombre, con una naturalidad extrema. De sobra sabía el Señor que la humanidad padecía una apremiante necesidad de El. Tenía, por eso, hambre de venir a la tierra para salvar a todas las almas, y no precipita el tiempo. Vino a su hora, como llegan al mundo los demás hombres. Desde la concepción hasta el na

“Se ha hecho Hombre para redimirnos”

“Se ha hecho Hombre para redimirnos” Pásmate ante la magnanimidad de Dios: se ha hecho Hombre para redimirnos, para que tú y yo –¡que no valemos nada, reconócelo!– le tratemos con confianza. (Forja, 30) Lux fulgebit hodie super nos, quia natus est nobis Dominus , hoy brillará la luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Señor. Es el gran anuncio que conmueve en este día a los cristianos y que, a través de ellos, se dirige a la Humanidad entera. Dios está aquí. Esa verdad debe llenar nuestras vidas: cada navidad ha de ser para nosotros un nuevo especial encuentro con Dios, dejando que su luz y su gracia entren hasta el fondo de nuestra alma. Nos detenemos delante del Niño, de María y de José: estamos contemplando al Hijo de Dios revestido de nuestra carne. Viene a mi recuerdo el viaje que hice a Loreto, el 15 de agosto de 1951, para visitar la Santa Casa, por un motivo entrañable. Celebré allí la Misa. Quería decir