“Pon todo en las manos de Dios”
Además de su gracia cuantiosa y eficaz, el Señor te ha dado
la cabeza, las manos, las facultades intelectuales, para que hagas
fructificar tus talentos. Dios quiere operar milagros constantes
–resucitar muertos, dar oído a los sordos, vista a los ciegos,
posibilidades de andar a los cojos...–, a través de tu actuación
profesional santificada, convertida en holocausto grato a Dios y útil a
las almas. (Forja, 984)
Tu barca -tus talentos, tus aspiraciones, tus logros- no vale
para nada, a no ser que la dejes a disposición de Jesucristo, que
permitas que El pueda entrar ahí con libertad, que no la conviertas en
un ídolo. Tú solo, con tu barca, si prescindes del Maestro,
sobrenaturalmente hablando, marchas derecho al naufragio. Únicamente si
admites, si buscas, la presencia y el gobierno del Señor, estarás a
salvo de las tempestades y de los reveses de la vida. Pon todo en las
manos de Dios: que tus pensamientos, las buenas aventuras de tu
imaginación, tus ambiciones humanas nobles, tus amores limpios, pasen
por el corazón de Cristo. De otro modo, tarde o temprano, se irán a
pique con tu egoísmo. (Amigos de Dios, 21)